Ediciones Verstraeten
En el principio fue el tren. Por donde corrieron las vías, los ingenieros ingleses dejaron su huella en la arquitectura de sus casas, de techos de chapa y mucha madera, y en los campos de golf.
Imagine un punto en el mapa por donde pasaba el tren y piense inmediatamente en un campo de golf cercano. Los fairways cortados al ras llevaban en el orillo la marca británica. Van como ejemplos la cancha de La Cumbre, en Córdoba, una villa serrana edificada a imagen y semejanza de un pueblo inglés; o la cancha de Yacanto en las sierras grandes, escoltada por un hotel que era remanso de los trabajadores del ferrocarril y de sus familiares; y más cerca, pero siempre en Córdoba, el club de golf de Villa Allende, sede del campeonato del Centro de la República y semillero de cracks, de donde salieron el Gato Romero y el Pato Cabrera, figuras de primer nivel, que descollan en el circuito internacional.
Para los amantes del golf, Mar del Plata es otra historia. Es la catedral. Una cancha corta, difícil, llena de dificultades, cruzada por los vientos, que balconea sobre el mar.
El club se fundó a fines del siglo XIX, por lógica iniciativa de los entusiastas amateurs que insistían en el deporte de pegarle a la pelotita adonde fueran. La cancha iba desde el lugar donde más tarde se levantó la casa de los Tornquist, en el Boulevard Marítimo y Arenales, atravesaba la loma del Torreón, hasta llegar al Hotel Saint James, una mole enorme que nunca llegó a estrenarse. La zona era prácticamente desértica. Fue Frank Henderson, gerente del ferrocarril, y John Ballantyne, jefe de almacenes del mismo Ferrocarril del Sud, los que decidieron encarar la construcción de una cancha con todas las de la ley, en 1899. La persona elegida para la traza fue Juan Dentone, conocido en el ambiente como un número uno, un indiscutido, que se desempeñaba como profesional en el club de Lomas de Zamora. Dentone, el primer profesional argentino, llegó a Mar del Plata el 6 de diciembre de 1899.
Llegó caminando desde la estación hasta la cancha, que era un páramo de piedras, arena y yuyos. No había cancha, en realidad, pero sí golfistas y mucha pasión. Dentone se puso manos a la obra, a plantar árboles y a aprovechar las vizcacheras para diseñar los búnkers.
En Mar del Plata casi no llovía, así que el riego era cuestión de balde y músculo, para darle un poco de verde a los primeros nueve hoyos. El 25 de diciembre de 1899 se inauguró la cancha. Jugaron Dentone y 48 amateurs, entre ellos Henderson y los empleados del ferrocarril.
Las tierras donde se construyó la cancha eran de la sucesión de Pedro Luro y de Patricio Peralta Ramos. No tardó en ganar buena fama el nuevo golf y la temporada de 1900-1901 fue un éxito. Los golfistas viajaban a Mar del Plata nada más que para jugar en aquella cancha. Al principio practicaban los ingleses y los argentinos sólo miraban.
Cuentan que una tarde, tomando el té, José Balcarce y Manuel Aguirre seguían los movimientos de los británicos, y uno le comentó al otro: "Che, lindo juego, ¿no te animás?" A la semana siguiente volvieron, acompañados de Ernesto Torquinst y Emilio Mitre. Y así se convirtieron en los primeros propagandistas del golf en nuestro país.
Luis María Drago fue el primer presidente del club de nacionalidad argentina. Abogado, consejero de la Corte de Apelaciones, profesor de Civil en la Universidad de Buenos Aires, fue nombrado en 1902 ministro de Relaciones Exteriores de Roca. Durante su gestión se cercó la cancha, se activó la forestación y le encargaron a James Smart que se ocupara de importar una bandera de Inglaterra, con los colores del club . Ya para entonces, inaugurado el Hotel Bristol, el Mar del Plata Golf Club fue el centro de la actividad social de la temporada, cubierta generosamente por La Prensa, LA NACION y el Herald. Comenzó la construcción de casas y grandes residencias que acercaban el gran sueño de Pedro Luro: convertir al balneario en la "Biarritz argentina". Los felices veraneantes se deplazaban del Ocean al Golf, tomaban té en vajilla inglesa, mientras escuchaban que el mundo entraba en guerra.
El palaciego edificio estilo Tudor comenzó a levantarse en 1922 y se inauguró cuatro años más tarde. Desde entonces, el Abierto del Sur fue una tradición imbatible, tras la primera convocatoria, en 1918. Gran jugador, dueño de un estilo elegante, Jorge Ledesma fue el jugador que mejor representó los colores de Mar del Plata: ganó los abiertos del 54, 55, 59, 64, 65 y 76. La gran campeona fue la simpatiquísima Carmen Baca Castex.
Estos pocos trazos son nada más que un aperitivo para tentarse con la historia contada con lujo de detalles por sus protagonistas en el libro que celebra el centenario de "la catedral del golf". Desde el conmovedor prólogo de Jorge Ledesma hasta los cuidados textos de los colaboradores, el volumen será una fiesta para quienes sueñan con bajar el handicap, hacer hoyo en uno o batir el par de la cancha. También los que no saben nada de golf disfrutarán de fotos increíbles: del swing de Miguel Cané, de las damas jugando con capelina o de los suculentos tes servidos en la terraza cuando la dulzura de vivir parecía no tener fin. La investigación encabezada por María Susana Azzi tiene la gran virtud de trazar un paralelo entre la práctica del deporte importado de Inglaterra, la historia del país y la de una ciudad, que del parámo de piedra y arena se convirtió en el más populoso balneario argentino.
La Nación
Centenario del Mar del Plata Golf Club
02/09/01
El libro editado por Ediciones Verstraeten, que la Revista anticipa en forma exclusiva, cuenta la historia con textos y fotos de los cien años del Mar del Plata Golf Club.